... Y allí estaba ella, de rodillas en medio de la habitación. No podía dejar de mirar sus múltiples reflejos como si se tratase solo de un sueño pero, la línea rojiza que bajaba por su frente, resbalando hasta la comisura de sus labios, le hacía ver que todo aquello era real.
Y entonces lo escuchó, despacio, acercándose a ella sin prisas. Le vio en el espejo, pudo oler su perfume, pudo ver como se agachaba a su lado y como, al mismo tiempo que le recorría la espalda con su dedo, aproximaba la boca a su oreja y le susurraba, sin dejar de mirarla: "¿Lista pequeña?"...
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